Los espíritus de la selva se van de Puyo. Cuentos de la Niebla
Hay seres fantásticos de otros mundos que deambulan aún entre la espesa niebla de la selva y las casas de la gente, las orquídeas a la madrugada perfuman sus cabezas verdes gigantes de hojas, los supais se mueven entre la bruma, sus pies son raíces aéreas con espinas que caminan sigilosamente en la madrugada para no despertar a los pájaros que hasta las cinco duermen, pero dejan su aroma como huella por donde pasan.
Los que han logrado verlos lo hacen solo tomando wantuk o ayawaska, los abuelos Yachak dicen que son los espíritus protectores del bosque, espíritus protectores de los animales y plantas, los abuelos dicen que quedan ya muy pocos, que mientras la ciudad se va llenando de cemento ellos se van desapareciendo, ellos se van de Puyu porque que a muchos les están matando, muchos aman más el metal y el concreto y odian todo lo verde, muchos tienen miedo de estos espíritus por que no les conocen, dice el abuelo entre el humo de la chonta encendida a la madrugada.
Los humanos que no conocen la selva, los humanos que nunca han vivido en el bosque son los que más le temen, dice el apa yaya, es por eso que ya no quedan muchos árboles en la ciudad neblina, los que sobreviven de pie se están muriendo de calor por la brea de sus calles, es una agonía de pena, los pájaros migran, sus hojas se van cayendo, sus ramas se van secando, sus raíces se van pudriendo y su vida se va extinguiendo.
Estos seres fantásticos no viven en el cemento, aman la humedad, aman el musgo, a los kindis y las orugas, aman la lluvia, el roció del amanecer, aman a las hormigas tejiendo su nido y a las ardillas saltando por doquier, aman las bandadas de loras de cabeza azul chillando en el cielo, aman el movimiento de las hojas cuando el viento peina sus cabezas.
Estos espíritus para muchos son los mismos demonios, pero para pocos son la misma esencia de la vida, espíritus que van desapareciendo de la ciudad neblina y con ellos su protección encantada.
Sin espíritus del bosque esta ciudad es como una ciudad abandonada, con casas sin gente, como un humano sin sangre, ni corazón, como un bosque sin árboles, ni animales, como un río sin peces, como un cuerpo sin alma, sentencia el sabio Puyu Runa mientras singa tabacu a las seis.
D.E.